"Los libros explican las vidas, las espían, te hacen entrar en ellas. Es
como si cada vez que te sumerges en una página, robases un fragmento de
la vida de otro.
Yo tenía muy poca historia.
Y la que tenía no me gustaba.
Así que empecé a leer, mejor dicho, a devorar libros. Tenía la esperanza de que algo de lo que leyese se me acabaría contagiando y me regalaría una nueva vida.
El prójimo me la traía floja. Yo sólo quería las historias de los libros. Esas eran perfectas, puras. No como las vidas reales, que llevaban en su interior el estigma de la vergüenza".
Yo tenía muy poca historia.
Y la que tenía no me gustaba.
Así que empecé a leer, mejor dicho, a devorar libros. Tenía la esperanza de que algo de lo que leyese se me acabaría contagiando y me regalaría una nueva vida.
El prójimo me la traía floja. Yo sólo quería las historias de los libros. Esas eran perfectas, puras. No como las vidas reales, que llevaban en su interior el estigma de la vergüenza".